“Ceguera”
(Fernando Meirelles, 2008)
Cine Foro:
Algunas claves interpretativas desde la resiliencia
y la simbología apocalíptica.
Por Luis Caldera Tosta[1]
Caracas, 11 de junio de 2009.
En lugar de tradicionalmente dar una interpretación ya elaborada de la película preferimos proporcionar al espectador algunas claves para comprenderla desde un ángulo psicológico. No es para la psicología del arte o el psicoanálisis junguiano la manifestación artística objeto de estudio como crítica estética, cinematográfica, actoral o fotográfica, sino que como expresión totalmente humana el arte es material cultural a ser abordado desde una lectura simbólica.
La crítica especializada y los testimonios autorizados indican que la película “Ceguera” (2008) dirigida por Fernando Meirelles (El Jardinero Fiel, Ciudad de Dios) y protagonizada por Julianne Moore (Lejos del Cielo, Las Horas), Mark Ruffalo (Zodíaco, Como Si Fuera Cierto), Alice Braga (Soy Leyenda, Ciudad de Dios), Danny Glover y Gael García Bernal (Babel, Diarios de Motocicleta, Y Tu Mamá También), respeta la esencia de la novela “Ensayo sobre la ceguera” del escritor Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago. Esa es exactamente mi percepción en virtud de que primero leí el libro y luego vi la película.
En una crítica cinematográfica de la película leemos lo siguiente:
“Desde el inicio, Fernando Meirelles sabía que, al transportar Ensayo Sobre la Ceguera a la pantalla grande, la película, irónicamente, exigiría un mundo imaginario realmente original. Para desarrollar el aspecto visual de la película, el director convocó a gran parte del equipo fiel y talentoso con el que trabajó en Ciudad de Dios, incluyendo al director de fotografía nominado al Óscar, César Charlone, que usó sus experiencias en los “laboratorios de ceguera” para ayudar a forjar las simulaciones visuales de una “niebla blanca”, el editor nominado al Óscar, Daniel Rezende, que trabajó de cerca con Meirelles para estructurar los puntos de vista mutables y sinuosos; y el diseñador de producción Tulé Peake, que transformó la prisión en un asombroso campo de batalla de internos, que los críticos de la novela de Saramago comparan al Infierno de Dante, y transformó la ciudad, otrora cosmopolita, en un gran terreno baldío repleto de adversidades para Ensayo Sobre la Ceguera”.[2]
Para comprender psicológica y simbólicamente la película, es decir como espectadores de una vivencia humana que bien puede ser la nuestra al menos metafóricamente, proporcionaremos dos ángulos de interpretación: 1) como muestra didáctica del fenómeno psicológico descrito como resiliencia y sus consecuencias éticas y 2) desde algunas claves propias de la película que sugieren una crítica al hombre urbano de hoy que parecieran inspiradas en textos bíblicos desde la simbología apocalíptica sobre la ciudad terrenal, la Jerusalén celestial y la lucha contra la falta de fe.
1) Desde la resiliencia.
Entendemos como resiliencia aquella capacidad que todos tenemos para que en medio de una situación totalmente adversa puedan surgir desde nosotros mismos recursos insospechados que amplían el potencial para enfrentarla. Al igual que “estrés” la resiliencia es un concepto que se toma prestado de la física y la ingeniería de los materiales. En esta área hace referencia a la capacidad de un material de adaptarse a una fuerza externa para luego volver a su condición normal. Aplicado a las ciencias humanas la resiliencia enfatiza las posibilidades inmensas que poseemos los seres humanos para afrontar y resolver satisfactoriamente problemas complejos en medio de prolongadas e intensas experiencias de frustración, malestar o franca adversidad. Ejemplos de resiliencia abundan en la cotidianidad. Cuando un niño se ve obligado a quedar al cuidado de sus hermanos, cuando estamos en un país cuya lengua desconocemos, los inmigrantes que tienen que adaptarse a una nueva cultura, las vivencias de persecución política, racial o religiosa, etc.
En este último caso vale la pena citar al Psiquiatra y psicoterapeuta Victor Frankl padre de la Logoterapia quien como prisionero en un campo de concentración en la II guerra mundial descubre la importancia del significado que las personas le dan a una experiencia determinada como elemento vital tanto para la supervivencia así como para la salud mental, física y espiritual. Frankl se dio cuenta que las personas que soportaban y sobrevivían a los horrores de los campos de concentración nazis lo hacían no tanto en virtud de su salud física sino por la posibilidad de darle un sentido a la experiencia. Aquellos que no lograban darle un sentido pleno a la adversidad se deprimían y morían independientemente de su salud física. Como prisionero que podía “ver y mirar” el sufrimiento intenso, la humillación y el horror con los ojos del médico psiquiatra y psicoanalista pudo “ver y mirar” lo que él llamo “la presencia ignorada de Dios” en el significado.
En los estudios realizados por Alejandro Moreno y su equipo sobre la delincuencia violenta en Venezuela en base a estudio de casos[3], presentados en su libro “Y salimos a matar gente” los investigadores no sólo se admiran por la creatividad y entereza que consiguen los delincuentes en nuestras cárceles sino que además ni evidencian síntomas de depresión y la tasa de suicidios es casi nula. La identificación del recluso como sobreviviente que lucha por aferrarse a la vida es de tan gran magnitud que rara vez piensa en acabar con su vida a pesar de las extremas experiencias de dolor, maltratos, humillaciones y violencia que experimenta.
Podríamos decir que en nuestro psiquismo profundo existe un abanico de opciones aguardando por nosotros, como especies de “programas” de computadora que están listos para ser activados cuando la situación lo amerite. A esta memoria Jung la llamó inconsciente colectivo y que viene a representar la memoria histórica y cultural de la humanidad. Esta memoria se manifiesta a través de imágenes simbólicas que vienen a nuestro psiquismo tanto consciente como inconsciente. Otro ejemplo clásico y que lamentablemente muchos hemos vivido, es la vivencia compleja que se suscita cuando nos asalta el hampa violenta. Muchos han experimentado reacciones conductuales de las que no se creían capaces. Así, la debilucha e introvertida pianista, tímida y temerosa, se transforma en una gata salvaje que golpea frenéticamente y sin control a sus asaltantes. O la adolescente loca, rebelde, egoísta y poco atractiva que toma el control de una situación de secuestro manipulando fríamente a los secuestradores para que la violen a ella y deje en paz a los demás. Aunque parezcan exageradas estas anécdotas son extraídas de la vida real que demuestran que a veces no sabemos ni quienes somos ni de lo que somos capaces en ciertas situaciones límites.
La consciencia del ego puede salir de sí misma y nutrirse de los recursos del self o cuerpo bio-psico-socio-espiritual que conforma la globalidad de todo lo que somos y nos constituye. En otras palabras somos capaces de ser mucho más creativos, inteligentes y éticos de lo que creemos. Pero para poder descubrir tan vasto potencial pareciera que tenemos que estar sometidos a experiencias extremas. Si bien esto no es del todo cierto, tenemos que afirmar que si deseamos aprovechar o desarrollar nuestro potencial tenemos que sacrificar partes importantes de nuestro ego en beneficio de algo mayor.
En la película vemos como las situaciones van llevando a los protagonistas a replantearse valores, necesidades, intereses y opciones de conducta. Del bien egoísta van pasando a la solidaridad y al sacrificio por el grupo a niveles insospechados. Las mujeres entregan sus cuerpos en función de la obtención de los alimentos. Contrariamente el oftalmólogo, como representante máximo de la ciencia queda sin recursos, desbordado por la frustración; mientras más busca dentro de su “ciencia” menos opciones tiene. Es decir la película es un muestrario de “resiliencias” y que puede ilustrar su fenomenología en el campo del liderazgo y la ética en las organizaciones.
Definimos la ética como “la mira de la vida buena, con y para los otros, en instituciones justas”[4]. Es decir hablamos de ética cuando nos toca “ver y mirar” lo que es bueno, correcto, mejor, es decir cuando la realidad nos urge a acudir a los valores. No sólo tenemos que decidir éticamente entre lo bueno y lo malo sino que más comúnmente entre lo malo y lo peor, o entre lo malo y lo menos malo. Para entender la ética es necesario aclarar que ella es indisoluble de la libertad:
“Ante todo, en el plano de una semántica de la obligación, está la afirmación de que la ley es ratio cognoscendi de la libertad y que la libertad es la ratio existendi de la ley. En otras palabras, sólo hay ley para los seres libres, y no hay libertad sin sumisión a una obligación”[5].
La libertad es consecuencia de la capacidad cognitivo-simbólica que dota al hombre, a diferencia de los animales que se rigen estrictamente por el ordenamiento de los instintos, de una capacidad de crear en su mente y en su consciencia una realidad que no existe en el mundo de las experiencias y fenómenos. Esta notable diferencia que lo capacita para ser creador de cultura al poder manipular y transformar la naturaleza, le otorga un poder que en cierto modo puede también constituirse en su propia autodestrucción ya que “todo don implica siempre un elemento de obligación”[6].
2) Claves bíblicas de interpretación
Hay dos grandes elementos de la película que a mi modo de ver constituyen pistas interpretativas y que son temas fundamentales de la literatura bíblica apocalíptica y por tanto símbolos arquetipales de la cultura: la ciudad tanto la terrenal como la ciudad santa, y la ausencia de fe o agnosticismo. Pareciera que Saramago y Meirelles presentan narrativamente estos símbolos a la luz de los grandes problemas de nuestra época: la ciudad como horror, purgatorio y vicios, y el “agnosticismo” enunciado por la protagonista, o sea la falta de un sentido trascendente y ético a nuestra vida y que Frankl “vio y miró” como “la presencia ignorada de Dios” en los campos de concentración. No podemos dejar de mencionar acá que Meirelles es el director también de la película “La Ciudad de Dios” que nos adentra en la barriada violenta y corrupta de nuestra Latinoamérica.
Nuestra sociedad moderna es profundamente agnóstica, excesivamente centrada en el hombre o “superhombre” de Nietzche dejando por fuera su autocomprensión desde la trascendencia y finitud creando un mundo al margen de la creación divina y que hoy se evidencia por el culto a la ciencia, a la tecnología, a los medios de comunicación, al consumismo e individualismo, valores que precisamente imperan en las grandes ciudades.
La crítica cinematográfica[7] señala que Meirelles utilizó la cita textual del antiguo libro de las exhortaciones en la cubierta de la novela de Saramago “Si eres capaz de ver, mira. Si eres capaz de mirar, observa” como guía principal para su película. Si bien poseo poca información sobre este libro, sí pude intuir más bien la inspiración en el Libro bíblico de las Lamentaciones. “Cuán solitaria ha quedado la ciudad antes llena de gente” (Lam 1, 1). Luego dice: “Mis ojos lloran sin cesar, ya que no hay alivio, hasta que Yahvé desde los cielos mire y vea. Me duelen los ojos al ver a las hijas de mi ciudad” (Lam 3, 49-51). Más adelante leemos: “caminan inseguros como ciegos por las calles de la ciudad, tan sucios están de sangre que nadie se atreve a tocarles la ropa” (Lam 4, 14).
El texto atribuido al profeta Jeremías es una reflexión de los judíos desterrados de Judea y ahora prisioneros en Babilonia luego que Jerusalén fuera destruida por los persas y el templo arrasado[8]. El profeta que confía en la alianza con Dios interpreta este hecho como consecuencia de la infidelidad del pueblo hacia Dios y por eso dice “Jerusalén ha pecado tanto que se ha hecho digna de desprecio. Los que antes la honraban, ahora la desprecian, porque han visto su desnudez. Por eso está llorando y avergonzada vuelve la espalda” (Lam 1, 8).
Para el profeta en la gran ciudad el hombre se va alejando de Dios entregándose a los vicios. Recordemos la destrucción de Sodoma y Gomorra por la total falta de arrepentimiento de sus habitantes a pesar de las advertencias de Lot. Nínive, ciudad asiria, también sería destruida por Dios. Pero Yahvé en su magnanimidad envía a Jonás para que llame a sus habitantes a la reflexión. Los ninivitas se dan cuenta de su error, se arrepienten y la ciudad es salvada. Esto nos muestra tanto la ira de Dios como su misericordia.
La ciudad es presentada en la simbología apocalíptica como femenina: Tiene apariencia de viuda la ciudad capital de los pueblos. Sometida está a trabajos forzados la princesa de los reinos” (Lam 1, 1). Cuando la ciudad pervertida sea destruida entonces: “ay, ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa, porque en un instante llegó tu castigo” (Ap 18, 10).
La literatura apocalíptica anuncia una ciudad sagrada, una Jerusalén celestial que no es de este mundo, sino que está en el cielo. Es simbolizada también como una mujer: “vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arreglada como una novia vestida para su prometido” (Ap 21, 2). Para acceder a ella vamos sembrando desde ya acciones meritorias, es decir se va perfilando desde esta vida terrenal y mundana con nuestras acciones “santas y justas” es decir acordes a la vida celestial y a los preceptos de Dios misericordioso, pleno de bondad y justicia nuestro ingreso a ella. El cultivo de estos valores es representado por una mujer a la que llaman la esposa del cordero. Esta mujer es simbólicamente la comunidad dedicada a ese “sacerdocio”.
Y cuando ella, la Jerusalén celestial llega: “secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque todo lo que antes existía ha dejado de existir” (Ap 21, 4).
Quizás en base a toda esta simbología podemos especular porqué una mujer es quien “mira y ve”.
Finalmente no podemos dejar de lado la alusión a la ceguera de San Pablo. Saulo de Tarso cruel perseguidor de los cristianos fue cegado por una luz que venía del cielo (He 9, 3). Luego de estar tres días sin ver, sin comer y beber nada recupera la visión gracias a la imposición de manos de Ananías. Saulo que luego se convertiría en Pablo será a la postre el verdadero Padre del cristianismo.