Ponencia: Valores Éticos del profesional y del ciudadano
Existen muchas áreas del saber humano cuya naturaleza no exige a la persona una reflexión sobre sus propios fundamentos y objetivos, nos formamos en un ámbito de la ciencia, de latécnica, del arte y nos sumergimos en las prácticas cotidianas. En los retos de la vida diaria, incluida la vida profesional, no nos planteamos ordinariamente que sea de vital importancia pensar en nuestros compromisos éticos. Uso el término “compromiso ético” para referirme a los valores que fundamentan nuestras decisiones cotidianas.
Podríamos decir que la reflexión sobre el conjunto de valores moralmente relevantes que hacen posible la toma de decisiones en nuestra profesión o ámbito de trabajo, es uno de los rasgos ausentes en nuestro saber y hacer. Suele decirse que “los grandes científicos y los grandes artistas tienen una clara conciencia de los principios y los fines de sus respectivas disciplinas”, pero en general sea en la ciencia, en el arte o en cualquier otra disciplina, no se suele profundizar en los aspectos morales que conllevan las decisiones trascendentales. Es decir, más allá de lo que sostienen los defensores de la razón técnica-instrumental, la resolución de problemas complicados de grandes dimensiones, las grandes obras de ingeniería que son vitales para el bienestar humano, y las decisiones de menor envergadura de los profesionales y los ciudadanos en la vida cotidiana, suelen acontecer sin la necesaria mediación de una clara conciencia moral, sin la clara conciencia de los valores que aplicamos.
¿Qué sentido tiene preguntarse por el universo de los valores morales que modelan nuestras decisiones? Digamos que la inclusión plena dentro de la razón práctica, de la razón moral como necesario complemento de una razón técnico-científicaque provee los parámetros estratégicos adecuados para lograr los fines de nuestras tareas profesionales.
Los valores morales que configuran nuestras decisiones profesionales y cotidianas merecen ser revisados, pues son parámetros que nos hacen determinar cuáles son los fines moralmente buenos o no. En este sentido se puede interpretar la sentencia evangélica que reza: “Pues donde están tus riquezas, ahí también estará tu corazón” . Los valores son el cofre de nuestras riquezas espirituales e influirán en nuestras deliberaciones sobre los medios adecuados para alcanzar los fines. Sobre el ejercicio profesional-instrumental debe correr paralelamente una reflexión moral, que debe arrojar luces sobre los propios fundamentos y propósitos de nuestras elecciones. A este respecto el Evangelio según San Mateo nos puede ilustrar: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo aprovecha la luz, si es malo, el cuerpo anda ciego. ¿Pero qué pasará si la luz que tienen adentro se volvió oscuridad? ¡En que oscuridad andarás!”
No importa la parcela del quehacer que el hombre elija para sus acciones, puede concentrar sus esfuerzos en la vida empresarial, en la actividades de ejercicio libre de su profesión, puede estar en la religión, en la política, en la educación, en la mecánica, la albañilería o cualquier otro saber, y sin embargo, su oficio le exige que sus decisiones vayan acompañadas por una indagación sobre su sentido moral.
Si partimos de este rasgo fundamental, podemos entender la relevancia que tiene el concepto de ciudadanía, la primacía del rol del ciudadano sobre el rol profesional. Entendamos el término ciudadano no en sentido jurídico, sino ético-político en sentido amplio. Ciudadano será aquel que sabe vivir en comunidad, que conoce la vida social. Ahora bien, el ideal del ciudadano es el del buen socio, quien contribuye conscientemente al buen funcionamiento y al fortalecimiento de la empresa común. Entre la principalísima gama de valores del ciudadano pueden resaltarse: el respeto, el servicio, la búsqueda del bien común, la tolerancia, entre otros. Ahora bien, ¿se puede ser un buen profesional sin suscribir estos valores? Parece obvio que este conjunto de valores precede a cualquier actividad de servicio. El verdadero profesional sólo puede aspirar a tener una concepción adecuada de su oficio, cuando logre armonizar el ejercicio de lo racional-estratégico y lo racional-moral, esto se logra, creo, sobre la base del pleno conocimiento de un conjunto amplio de valores ciudadanos y del subconjunto de valores morales específicos de cada profesión. Pero insistimos, sin el conjunto de valores ciudadanos no tiene sentido un conjunto de valores profesionales. Finalmente, en cada profesional debe latir el corazón de un ciudadano, en él debe darse una labor que busque diseminar las ideas y convicciones morales que requiere la vida actual.
Juan José Rosales Sánchez
Doctorando en Filosofía (UCV). Magíster en Filosofía (UCAB). Licenciado en Filosofía (UCV). Profesor en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. Docente de los postgrados en Filosofía, Comunicación Social y Educación en Valores Ciudadanos; en las Escuelas de Educación, Comunicación Social, Derecho y Teología en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Investigador reconocido por la Fundación Venezolana de Promoción del Investigador (FONACYT). Coordinador de la revista de postgrado Cuadernos UCAB. Autor de los libros: La república de Simón Rodríguez, Ética y razón en Simón Rodríguez; de artículos en revistas arbitradas e indizadas nacionales. Consultor y asesor en gestión ética organizacional.