A veces estamos atrapados en el hábito de pensamientos negativos, que conllevan a la preocupación, que genera nerviosismo, desasosiego, cuando se quiere resolver un problema, una situación adversa que sentimos amenaza la cotidianidad.
Cuando la preocupación amenaza, el cuerpo se afecta con dolores, la mente genera pensamientos pesimistas tipo ¿Qué pasa si no puedo hacer esto? ¿Qué pasa si la situación sigue empeorando? Provocando un aumento de la ansiedad y estrés. Existen preocupaciones reales e imaginarias, lo importante es cómo la vive cada uno y qué hacer en pro del bienestar. Muchas de las preocupaciones se presentan en la noche a la hora de ir a dormir, afectando el espacio del descanso.
Algunos especialistas recomiendan técnicas sencillas que podemos practicar para minimizar los momentos de preocupación:
- Piensa en lo que te preocupa, reconoce y observa en qué tienes influencia y en qué no; aceptar y dejar ir eso que no podemos cambiar.
- Evita preocuparte en la cama, ya que es tu espacio de descanso y relax para recuperar energía potenciando los neurotransmisores.
- Contacta con tus emociones, respiración, todo lo que siente el cuerpo para darle aliento positivo.
- Reconoce tus miedos para evitar perderte en ellos.
- Piensa y recuerda momentos que te produzcan emociones positivas, pinta, dibuja, escribe, eso que te conecta con la alegría y felicidad.
- Conversar con alguien de confianza sobre lo que te sucede; sentirse escuchado es fundamental en los momentos de ansiedad.
- Valora y pasa más tiempo aprovechando el momento presente.
- Practica valores como la gratitud, optimismo, fe, esperanza, amor.
- Practica las actividades que te atraen y son más afín a tus talentos, gustos, preferencias.
Rosalinda Infante Hugas
Directora Asociada